lunes, 19 de marzo de 2012




COLONIZACION


EN ÁFRICA (SIGLO XIX) 

Desde el siglo anterior, la nueva organización económica y el progreso de las técnicas había dado un nuevo impulso a los descubrimientos. En 1788 se creó en Londres la "African Association" que estaba destinada a promover la exploración del continente negro e incrementar allí el comercio y la autoridad política de Gran Bretaña.
En 1795 el escocés Mungo Park (1) descubrió el Níger, que hasta entonces sólo era conocido por los árabes, después de un peligroso viaje en el que a la hostilidad de las poblaciones musulmanas se sumaban los obstáculos naturales.
Después, durante el siglo XIX , los europeos siguieron expandiéndose por Asia y África. Grandes extensiones fueron conquistadas directamente, sometiéndolas a la administración de algún país europeo o quedando bajo su control económico.
La colonización se inició con una fase de conquista arbitraria que fue sustituida a finales del siglo por una organización y desarrollo metódicos llevadas a cabo por los estados que, frecuentemente, tuvieron intereses contrarios. Los tratados y convenciones, en los que normalmente se impuso la ley del más fuerte, obligaron a las potencias coloniales a que se respetaran recíprocamente los derechos de soberanía.
En África, los europeos se encontraron con formas de organización débiles y éstas no resistieron. A finales de siglo, quedaron dos estados indígenas: Marruecos y Abisinia; una república negra de reciente creación, Liberia, dos repúblicas independientes de colonos blancos, Transvaal y Orange, y dos Estados vasallos del imperio otomano, Trípoli y Cirenaica. Pero aun estos países independientes se vieron involucrados enseguida en nuevos intentos de conquista llevados a cabo por países europeos.
Durante la primera mitad del siglo, casi la totalidad de las expediciones fueron realizadas por británicos, excepto la de Mollien en el Senegal en 1819 y la de René Caillié que fue, en 1828, el segundo europeo que penetró en la legendaria Tombuctú (después de Gordon Laing, asesinado en 1826).
La mayoría de los viajes procedían del Sáhara, con Trípoli como punto de origen. La exploración de la costa guineana fue obstaculizada, en cambio, durante mucho tiempo, por un clima mortífero para el europeo, hasta 1851, año en que comienza la utilización revolucionaria de la quinina a título preventivo.
Estas exploraciones, basadas en seculares tradiciones comerciales a lo largo de la costa y en la convicción de la riqueza del Sudán transmitida por los autores árabes, se presentaban, ante todo, como una aventura económica.
Sin embargo, el movimiento fue pronto reanudado por la propaganda humanitarista, deseosa de acabar con la trata de negros y que preconizaba el comercio lícito de los productos agrícolas.
Este tipo de influencia fue especialmente sensible en África Oriental, donde los primeros exploradores fueron todos misioneros atraídos por el deseo de luchar contra el tráfico de esclavos (el alemán Krapf exploró Kenia en 1837, Niew estableció en el interior de Mombasa la primera misión metodista...). Pero el más célebre fue Livingstone (2) que, de 1842 a 1872, atravesó el África Central de punta a punta. En la práctica, su expedición llevará directamente a la conquista, ya que poco después, Stanley (3), periodista y aventurero enviado en su busca, contribuiría, al atravesar de Este a Oeste la cuenca del Congo (1877), a provocar la reunión de la conferencia de Berlín, preludio del reparto definitivo.
Aunque en la expansión misionera no existe una voluntad deliberada de conquista (en Gran Bretaña la opinión general pensaba que la creación de colonias era un mal negocio), sin embargo, lo cierto es que la acción de los misioneros preparaba, de hecho, las condiciones de la expansión que acabó pareciendo el resultado legítimo de movimientos humanitarios ("el deber del hombre blanco", encargado, si era necesario por la fuerza, de liberar a los pueblos del yugo de sus soberanos y enseñarles a explotar sus propias riquezas). Se habían puesto, por tanto, las bases para la expansión política, que tendrá lugar a continuación.
El proceso fue análogo en todas partes: más tarde o más pronto, los negociantes chocaban con las estructuras preexistentes. Apelaban a la ayuda de las fuerzas del Estado, el cual acababa apoderándose de los puntos estratégicos necesarios para proteger los intereses locales. De esta forma, se inició la expansión que alcanzará su culmen en el último cuarto del siglo.
Los Estados, necesitados de abundantes materias primas para sus industrias modernas y de amplios mercados, van a volver sus ojos sobre el pastel africano. Se produce así el reparto de África.

EL ÁFRICA NEGRA HACIA FINALES DEL XIX 

 

Con frecuencia, se interpreta la historia de África con una visión excesivamente eurocéntrica, como si antes de la conquista nada existiese. Esto, obviamente, es erróneo y conviene hacer al menos un esbozo de la situación de los pueblos africanos.
A partir de 1880, en el momento en que el África negra se convierte en objeto de fundamental apetencia para las grandes potencias de Europa, sus tierras se hallan sumidas en una larga fase de decadencia.
Las raíces son muy diversas: la trata de negros por turcos y europeos, desde el siglo XVI especialmente, que sería el factor principal del declive africano. La expansión del comercio europeo a partir del siglo XV a costa de los focos civilizadores de Arabia, Persia y Egipto.
A las dos razones anteriores, de carácter exógeno al Continente, se unió una endógena: Los movimientos bélicos internos, mal conocidos pero de evidente importancia cultural.


SOCIEDAD, RELIGIÓN Y CULTURA 

Las culturas autóctonas negro-africanas, frecuentemente muy complejas, aparecen ligadas por lo general a cultos de tipo animista (basados en la creencia de la acción voluntaria de seres orgánicos e inorgánicos, incluso de fenómenos de la naturaleza, que se consideran movidos por un alma antropomórfica). En ocasiones, el animismo se concreta en un tótem, animal sagrado del que creen que depende la vida de la tribu. Estas formas anteriores a la penetración contemporánea de los europeos no excluyen, sin embargo, la subsistencia de creencias distintas entre las que destaca la del Dios único, creador del mundo (entre tribus bantúes, kikuyus y gabonesas).

Samuel Johnson en su History of the Yorubas señala que el dios de éstos significa "el señor del cielo". Le consideran como creador del cielo y de la tierra, pero en un lugar tan elevado que no puede ocuparse directamente de los hombres y de sus asuntos, por lo que deben admitir la existencia de numerosos dioses e intermediarios. Creen en el otro mundo, de donde se deriva el culto de los muertos y su fe en un juicio final.
En general, la forma de agrupación social suele ser tribal, caracterizada por un hábitat concentrado dentro de su limitación -el poblado- y por el origen familiar de la propia concentración.

ECONOMÍA , AGRICULTURA Y GANADERÍA

La actividad económica se caracteriza por tratarse de un sistema orientado a la subsistencia y por su base eminentemente primaria. Son, por lo general, pueblos agrícolas, pero desconocedores -en 1870- del utillaje, fuera de la azada, y de cualquier género de abono, natural o no (salvo la utilización del estiércol en algunas comarcas sudanesas). Ello dificulta la sedentarización y da lugar a la típica agricultura itinerante, seminómada, característica de amplias zonas de la sabana africana.
En otras tribus predomina la actividad ganadera, bovina sobre todo. La organización política suele ser monárquica, frecuentemente hereditaria y, en todo caso, sagrada. Se rodea de una administración rudimentaria, pero no sólo central, sino provincial cuando la amplitud del Estado lo requiere.

ORGANIZACIÓN POLÍTICA



En esta administración sus miembros se hallan ligados a la jefatura por medio de relaciones e incluso ceremonias parejas a las del feudalismo europeo. En la actualidad, sin embargo, una serie de estudiosos e historiadores africanos empeñados en la tarea de exhumar la historia de África afirman la existencia de una organización democrática del poder político en las sociedades negras. "Antes de la llegada de los europeos -declara Kenyatta- los Kikuyus tenían un régimen democrático, aunque en un principio tuvieron un sistema monárquico". Y Ojike asegura: "Es tan profundamente democrático el sistema político a lo largo de toda África, que nadie siente su libertad oprimida".
Ambos autores hacen referencia, para apoyar sus tesis, a la organización de los poblados en Consejos de los jefes, de familia, que eligen a su vez los delegados para la Asamblea de Ancianos a escala tribal. Por lo que se refiere a la Hacienda estatal, se sostiene con el correspondiente sistema fiscal, que tiende a concretarse en la recolección de una parte de los frutos y en la propiedad de los productos del subsuelo.
En general, la extensión y fortaleza de los Estados son mayores cuanto más grande es su proximidad a la presencia europea, en conexión, fundamentalmente, con el tráfico de esclavos. Este comercio en las costas del Oeste y Este de África provoca un proceso secular de concentración del poder en los mismos pueblos negros: primero, para defenderse de los cazadores de esclavos; después, para realizar, a su vez, esta misma actividad económica en los pueblos vecinos más débiles (actuando así de intermediarios con los compradores blancos o árabes).
De esta forma, el tráfico de esclavos, sobre cuya enorme incidencia demográfica se han hecho cómputos que oscilan entre 5 y 25.000.000 (cifra esta última que supondría 1/8 de la población del continente en 1960), provoca un segundo proceso secular, en este caso de repliegue de los pueblos más débiles hacia las montañas, suscitando en las zonas costeras y subcosteras la lenta constitución de las grandes unidades políticas que se encuentran los colonizadores europeos a su llegada.

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