COLONIZACION
EN ÁFRICA (SIGLO XIX)
Desde el siglo
anterior, la nueva organización económica y el progreso de las técnicas había
dado un nuevo impulso a los descubrimientos. En 1788 se creó en Londres la
"African Association" que estaba destinada a promover la exploración
del continente negro e incrementar allí el comercio y la autoridad política de
Gran Bretaña.
En 1795 el escocés Mungo Park (1) descubrió el Níger, que hasta entonces sólo
era conocido por los árabes, después de un peligroso viaje en el que a la
hostilidad de las poblaciones musulmanas se sumaban los obstáculos
naturales.
Después, durante el siglo XIX , los europeos siguieron expandiéndose por Asia y
África. Grandes extensiones fueron conquistadas directamente, sometiéndolas a
la administración de algún país europeo o quedando bajo su control económico.
La colonización se inició con una fase de conquista arbitraria que fue
sustituida a finales del siglo por una organización y desarrollo metódicos
llevadas a cabo por los estados que, frecuentemente, tuvieron intereses contrarios.
Los tratados y convenciones, en los que normalmente se impuso la ley del más
fuerte, obligaron a las potencias coloniales a que se respetaran recíprocamente
los derechos de soberanía.
En África, los europeos se encontraron con formas de organización débiles y
éstas no resistieron. A finales de siglo, quedaron dos estados indígenas:
Marruecos y Abisinia; una república negra de reciente creación, Liberia, dos
repúblicas independientes de colonos blancos, Transvaal y Orange, y dos Estados
vasallos del imperio otomano, Trípoli y Cirenaica. Pero aun estos países
independientes se vieron involucrados enseguida en nuevos intentos de conquista
llevados a cabo por países europeos.
Durante la primera mitad del siglo, casi la totalidad de las expediciones
fueron realizadas por británicos, excepto la de Mollien en el Senegal en 1819 y
la de René Caillié que fue, en 1828, el segundo europeo que penetró en la
legendaria Tombuctú (después de Gordon Laing, asesinado en 1826).
La mayoría de los viajes procedían del Sáhara, con Trípoli como punto de
origen. La exploración de la costa guineana fue obstaculizada, en cambio,
durante mucho tiempo, por un clima mortífero para el europeo, hasta 1851, año
en que comienza la utilización revolucionaria de la quinina a título preventivo.
Estas exploraciones, basadas en seculares tradiciones comerciales a lo largo de
la costa y en la convicción de la riqueza del Sudán transmitida por los autores
árabes, se presentaban, ante todo, como una aventura económica.
Sin embargo, el movimiento fue pronto reanudado por la propaganda humanitarista, deseosa de acabar con la trata
de negros y que preconizaba el comercio lícito de los productos
agrícolas.
Este tipo de influencia fue especialmente sensible en África Oriental, donde
los primeros exploradores fueron todos misioneros atraídos por el deseo de
luchar contra el tráfico de esclavos (el alemán Krapf exploró Kenia en 1837,
Niew estableció en el interior de Mombasa la primera misión metodista...). Pero
el más célebre fue Livingstone (2) que, de 1842 a 1872, atravesó el África
Central de punta a punta. En la práctica, su expedición llevará directamente a
la conquista, ya que poco después, Stanley (3), periodista y aventurero enviado
en su busca, contribuiría, al atravesar de Este a Oeste la cuenca del Congo
(1877), a provocar la reunión de la conferencia de Berlín, preludio del reparto
definitivo.
Aunque en la expansión misionera no existe una voluntad deliberada de conquista
(en Gran Bretaña la opinión general pensaba que la creación de colonias era un
mal negocio), sin embargo, lo cierto es que la acción de los misioneros
preparaba, de hecho, las condiciones de la expansión que acabó pareciendo el
resultado legítimo de movimientos humanitarios ("el deber del hombre
blanco", encargado, si era necesario por la fuerza, de liberar a los
pueblos del yugo de sus soberanos y enseñarles a explotar sus propias
riquezas). Se habían puesto, por tanto, las bases para la expansión política,
que tendrá lugar a continuación.
El proceso fue análogo en todas partes: más tarde o más pronto, los negociantes
chocaban con las estructuras preexistentes. Apelaban a la ayuda de las fuerzas
del Estado, el cual acababa apoderándose de los puntos estratégicos necesarios
para proteger los intereses locales. De esta forma, se inició la expansión que
alcanzará su culmen en el último cuarto del siglo.
Los Estados, necesitados de abundantes materias primas para sus industrias
modernas y de amplios mercados, van a volver sus ojos sobre el pastel africano.
Se produce así el reparto de África.
EL ÁFRICA NEGRA HACIA FINALES DEL XIX
Con frecuencia, se interpreta la historia de África con una visión
excesivamente eurocéntrica, como si antes de la conquista nada existiese. Esto,
obviamente, es erróneo y conviene hacer al menos un esbozo de la situación de los pueblos africanos.
A partir de 1880, en el momento en que el África negra se convierte en objeto
de fundamental apetencia para las grandes potencias de Europa, sus tierras se
hallan sumidas en una larga fase de decadencia.
Las raíces son muy diversas: la trata de negros por turcos y europeos, desde el
siglo XVI especialmente, que sería el factor principal del declive africano. La
expansión del comercio europeo a partir del siglo XV a costa de los focos civilizadores de Arabia, Persia y Egipto.
A las dos razones anteriores, de carácter exógeno al Continente, se unió
una endógena: Los movimientos bélicos internos, mal conocidos pero de evidente
importancia cultural.
SOCIEDAD, RELIGIÓN Y CULTURA
Las culturas autóctonas
negro-africanas, frecuentemente muy complejas, aparecen ligadas por lo general
a cultos de tipo animista (basados en la creencia de la acción voluntaria de
seres orgánicos e inorgánicos, incluso de fenómenos de la naturaleza, que se
consideran movidos por un alma antropomórfica). En ocasiones, el animismo se
concreta en un tótem, animal sagrado del que creen que depende la vida de la
tribu. Estas formas anteriores a
la penetración contemporánea de los europeos no excluyen, sin embargo, la
subsistencia de creencias distintas entre las que destaca la del Dios único,
creador del mundo (entre tribus bantúes, kikuyus y gabonesas).
Samuel Johnson en su History of the Yorubas señala que el dios de éstos
significa "el señor del cielo". Le consideran como creador del cielo
y de la tierra, pero en un lugar tan elevado que no puede ocuparse directamente
de los hombres y de sus asuntos, por lo que deben admitir la existencia de
numerosos dioses e intermediarios. Creen en el otro mundo, de donde se deriva
el culto de los muertos y su fe en un juicio final.
En general, la forma de agrupación social suele ser tribal, caracterizada por
un hábitat concentrado dentro de su limitación -el poblado- y por el origen
familiar de la propia concentración.
ECONOMÍA , AGRICULTURA Y GANADERÍA
La actividad económica
se caracteriza por tratarse de un sistema orientado a la subsistencia y por su
base eminentemente primaria. Son, por lo general, pueblos agrícolas, pero
desconocedores -en 1870- del utillaje, fuera de la azada, y de cualquier género
de abono, natural o no (salvo la utilización del estiércol en algunas comarcas
sudanesas). Ello dificulta la sedentarización y da lugar a la típica
agricultura itinerante, seminómada, característica de amplias zonas de la
sabana africana.
En otras tribus predomina la actividad ganadera, bovina sobre todo. La
organización política suele ser monárquica, frecuentemente hereditaria y, en
todo caso, sagrada. Se rodea de una administración rudimentaria, pero no sólo
central, sino provincial cuando la amplitud del Estado lo requiere.
ORGANIZACIÓN POLÍTICA
En esta administración
sus miembros se hallan ligados a la jefatura por medio de relaciones e incluso
ceremonias parejas a las del feudalismo europeo. En la actualidad, sin embargo,
una serie de estudiosos e historiadores africanos empeñados en la tarea de
exhumar la historia de África afirman la existencia de una organización
democrática del poder político en las sociedades negras. "Antes de la
llegada de los europeos -declara Kenyatta- los Kikuyus tenían un régimen democrático, aunque en un principio
tuvieron un sistema monárquico". Y Ojike asegura: "Es tan
profundamente democrático el sistema político a lo largo de toda África, que
nadie siente su libertad oprimida".
Ambos autores hacen referencia, para apoyar sus tesis, a la organización de los
poblados en Consejos de los jefes, de familia, que eligen a su vez los
delegados para la Asamblea de Ancianos a escala tribal. Por lo que se refiere a
la Hacienda estatal, se sostiene con el correspondiente sistema fiscal, que
tiende a concretarse en la recolección de una parte de los frutos y en la
propiedad de los productos del subsuelo.
En general, la extensión y fortaleza de los Estados son mayores cuanto más
grande es su proximidad a la presencia europea, en conexión, fundamentalmente,
con el tráfico de esclavos. Este comercio en las costas del Oeste y Este de África provoca un proceso
secular de concentración del poder en los mismos pueblos negros: primero, para
defenderse de los cazadores de esclavos; después, para realizar, a su vez, esta
misma actividad económica en los pueblos vecinos más débiles (actuando así de
intermediarios con los compradores blancos o árabes).
De esta forma, el tráfico de esclavos, sobre cuya enorme incidencia demográfica
se han hecho cómputos que oscilan entre 5 y 25.000.000 (cifra esta última que
supondría 1/8 de la población del continente en 1960), provoca un segundo
proceso secular, en este caso de repliegue de los pueblos más débiles hacia las
montañas, suscitando en las zonas costeras y subcosteras la lenta constitución de las grandes unidades
políticas que se encuentran los colonizadores
europeos a su llegada.
No hay comentarios:
Publicar un comentario